sábado, 22 de marzo de 2008

Mort Cinder, de Breccia y Oesterheld


Traigo por primera a vez a estas páginas, y con la intención inequívoca de que sirva de precedente, un libro de cómics, porque creo que algunos cómics son tanto o más dignos que muchos libros, y porque estoy seguro de que los aficionados a la historieta, sobre todo con unos cuantos años a vuestras espaldas, estaréis completamente de acuerdo conmigo en que “Mort Cinder” un antes y un después en la obra gráfica procedente de Argentina.

La edición que tengo de “Mort Cinder” la editó cuidadosamente Lumen en 1980. En la presentación hay una fotografía en la que aparecen los máximos representantes de los dibujantes de historietas de allende los mares, a saber: Vasco Granja, Oski, Quino, Mordillo, Alberto Breccia, Sanmpayo, Sergi Aragonés, Altan, Skiaffino, Paiva, Enrique Breccia y José Muñoz. Todos ellos eran grandes conocidos de los que leíamos revistas como “Tótem”, “Mad”, “1984”, “Rambla”, “Blue Jeans”, “Vertigo”, “Metal Hurlant” o incluso “El víbora”, por citar unas cuantas. Los nombrados más arriba capitaneaban las filas del cono sur. Como compañeros suyos estaban los franceses, encabezados por Moebius, Druillet, Bilal, Tardi, Lauzier (del que sin duda hablaré en una próxima entrada), Dionnet y Gal y otros muchos. Entre los españoles, destacar a Luis García, Carlos Jiménez, Josep María Beá, Fernando Fernández, Esteban Maroto y el siempre críptico, pero sensacional Enric Sió. Sirva esta rememoración a modo de situación temporal de la época en la que adquirí mi flamante libro.

No me puedo resistir a copiaros un fragmento, escrito por Oesterheld en 1972, en el que se resume de forma magistral la esencia, la filosofía que inunda cada una de las páginas de la obra que comento hoy:

“Las cosas viejas quedan impregnadas de la vida que las envolvió. Pero pocos pueden captar las angustias, las emociones que quedaron atrapadas, fósiles invisibles, dentro de las cosas viejas. Soy de esos pocos, por eso mi vocación de anticuario. Y mi fascinación por los templos, del credo que sean. Tanto ruego, tanta esperanza, tanto dolor duermen en los muros de un templo. También mi fascinación por las armas, cargadas para siempre de la muerte que alguna vez dieron. Muerte quizá criminal, quizá liberadora.

Mort Cinder capta más, mucho más que yo o cualquier otro, toda esa vida cristalizada para siempre. Mort Zinder es quizás esa vida que se quedó incrustada en la materia inerte (nunca diré muerta) de las cosas. Y digo quizá porque ni yo, que viví tanto tiempo con el, sabría decir quien es Mort Cinder”.

El libro está dividido en diez historias. La primera, bastante corta, se titula “Ezra Winston, el anticuario”, y nos presenta a Ezra, un venerable anciano al que le sucede un acontecimiento sobrenatural de difícil explicación, y por lo que se deduce de la lectura y de su sorpresa, por primera vez en su vida. En esta ocasión no aparece todavía el personaje principal de la saga, el mismo Mort Cinder.

Es en la segunda, “Los ojos de plomo”, de gran duración, en donde se establece la estrecha relación entre Ezra y Mort Cinder, un enigmático personaje, al parecer asesino, al que se había ahorcado un par de semanas antes. Los inquietantes personajes cuyos ojos parecen de plomo que dan título a la historia, una enigmática araña que aparece grabada en ciertos personajes que poco o nada parecen tener que ver, al menos al principio, con la historia que se está contando, el extraño doctor Angus, cuyo cerebro es tan potente que la cavidad craneal se le ha quedado pequeña y ha decidido expandirse invadiendo el cerebro de los personajes de ojos de plomo, y la presencia del resucitado Mort Zinder, que surge del ataud en el que le habían confinado, conforman una historia delirante, llena de acción y sumamente sugerente, en la que el pobre Ezra se ve envuelto sin apenas quererlo. La historia, que es la de más larga duración de todo el volumen, finaliza con un acuerdo entre el anticuario y el inquietante Mort, por el que el primero contrata al segundo para que le ayude a clasificar las innumerables antigüedades guardadas en su tienda.

En “La madre de Charlie” asistimos por primera vez a una demostración de los sorprendentes poderes de Mort. El y Ezra contemplan a una anciana en el andén de una estación de ferrocarril. Mort la conoce, y cuando Ezra quiere darse cuenta, Mort se ha levantado para internarse entre la niebla que abraza los olmos del luger. Cuando le sigue, ambos aparecen en 1917, en plena batalla de la Primera guerra mundial. Lo que ocurre entre Mort, el soldado Charlie y la anciana, es algo que no quiero desvelaros, por si alguna vez tenéis la gran suerte de poder leer esta joya. Comentaros solamente que el episodio tiene una gran carga de emotividad y comportamiento humano ante circunstancias tan terribles como las que se pueden presentar en una gran batalla.

Sigue el recorrido con “La torre de Babel”, en la que Mort nos cuenta la historia de cuando era un pobre esclavo que participó en la construcción que da nombre a la historia. Una torre en la que, según se recoge en el génesis, “por esto fue llamado el nombre de ella Babel, porque allí confundió Jehová el lenguaje de toda la tierra y desde allí los esparció sobre la faz de toda la tierra. Os sorprendería descubrir el motivo por el cual, según la historia que nos cuenta Mort, se decidió acometer tan magnífica obra. Os invito a descubrirlo leyéndola.

“En la penitenciaría. Marlin” y “En la penitenciaría. El frate”, nos cuentan dos aventuras relacionadas, de los tiempos carcelarios de Mort, y en la que aparecen diferentes personajes, a cual más interesante y embaucador. Son posiblemente las narraciones más anodinas del libro, aunque mantienen siempre la capacidad de sorpresa y de final sorprendente a los que acostumbra el magnífico guionista Oesterheld, como ya demostrara en la universalmente famosa saga de “El eternauta”, merecedora por sí sola de otra entrada similar a esta.

En “La tumba de Isis”, Ezra y Mort viajan a Egipto, y gracias a los conocimientos de Mort, que participó como esclavo en la construcción de la tumba de Isis, consiguen ayudar a Stellus, un extraño individuo que pretende reunirse para siempre con el gran amor de su vida, que no es otra que la misma Isis. Fascinante aventura, con sorprendente final, en la línea de todas las demás.

Ya podéis imaginar, a tenor de lo que os he contado hasta ahora, la trama de una aventura que se llama “La nave negrera, la siguiente en nuestro fascinante viaje a través de la personalidad de ese viajero en el tiempo. Mort, enrolado como marinero en un buque que transporta esclavos, ayuda a uno de ellos a escapar a través de un agujero en el casco, y a regresar a su casa. Este relato es corto, y no tiene otro sentido que el poner de manifiesto la brutalidad de los que se dedicaban a tan macabro negocio.

“El vitral” es probablemente la historia más inquietante de todo el libro. Un individuo le vence a Ezra un extraño vitral de procedencia desconocida, que al parecer ha mantenido en su casa durante varios siglos. Al parecer, la pieza ha estado presente en los arcaicos tiempos de los sacrificios humanos que practicaban los incas invocando la frialdad de la Luna. Bajo la influencia del vitral, el anticuario sufre un ataque y trata de matar a Mort, que se libra de casualidad del sacrificio al que quería someterle Ezra, que se ha transmutado en improvisado sacerdote.

Y finalizamos el recorrido con “La batalla de las Termópilas”, en la que no se nos cuenta ni más ni menos que eso, la épica batalla en la que el rey espartano Leonidas resistió con apenas trescientos hombres durante varios días al ejército de Jerjes, el persa, formado por más de veinte mil soldados. En esta ocasión, Mort es Dieneces, un espartano que participó en la batalla hasta el final, tan hasta el final, que se convirtió en el único superviviente. No defrauda el relato de tan magno acontecimiento histórico. Fiel a la realidad, Oesterheld nos trae todo lo que ya sabemos, las frases históricas que pronunció Leónidas, la incomparable superioridad en el combate de los espartanos frente a los persas, La desesperación de jerjes, los inmortales, el paso en las montañas...Nada falta en el relato, perfectamente ambientado gráficamente por la calidad artística de Breccia. Me atrevería a decir que mi fascinación por el episodio espartano se produjo precisamente después de la lectura de esta narración, muy anterior en el tiempo a la que realizó Miller, que sirvió a su vez como punto de partida de la magnífica película “300”. La narración finaliza, junto con el libro comentado, con Mort Cinder de espaldas, en una gran viñeta, caminando hacia un desconocido destino en cualquier otro lugar, y seguramente en cualquier otro tiempo.

Existe una edición más moderna de la historia, que data más o menos del año 2004 y que lanzó Planeta de Agostini. Os recomiendo encarecidamente que os hagáis con ella, tanto los aficionados a la historieta con mayúsculas como los que no lo sois todavía. Os aseguro que no os defraudará.

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